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IGP Capón de Vilalba

Las primeras noticias conocidas sobre la cría y consumo de capones en Galicia datan de la Edad Media, abundando en esta época documentos de foros en los que se comprometía el pago de capones como parte de la renta.
Existen referencias de esta costumbre en tiempos mucho más recientes, lo que nos da una idea del alto aprecio que este producto tuvo en la comarca a lo largo de diferentes momentos históricos.

Hoy en día, su producción se ve justificada, en muchos casos, por permanecer como una costumbre arraigada en la zona, y por suponer una fuente secundaria de ingresos de las explotaciones agrarias familiares. En la mayoría de los casos, los cebadores solo tienen en cuenta el beneficio que les produce su venta, sin sopesar los gastos que ocasiona su esmerada y laboriosa crianza.

Medio Natural

La zona geográfica de cría, sacrificio y procesamiento de los capones amparados por la indicación geográfica protegida Capón de Vilalba queda limitada a la Terra Chá, en la provincia de Lugo, que se configura como una de las más extensas y definidas de Galicia. Presenta una gran uniformidad a consecuencia de su suave relieve, al que hace referencia su nombre, solo interrumpido por los relieves montañosos que la enmarcan y delimitan un espacio lleno de valles surcados por una densa red hidrográfica, en la que destaca el río Miño y sus afluentes.

El clima húmedo, con veranos suaves y escasa oscilación térmica, propicia el desarrollo de cultivos clave en la alimentación de los capones, sobre todo en lo referente al pasto y a los cereales, entre los que destaca el maíz. El período frío abarca los meses de noviembre a marzo, con temperaturas medias mensuales entre 5-10 ºC. En este período se evita la cría tradicional del capón, que comienza en abril-mayo y termina en diciembre, aunque en este último mes las aves ya estarán confinadas sin salir al exterior.

La castración de las aves y la fase final de cebo, en instalaciones específicas ("capoeiras") y con un sistema de alimentación muy particular (el "amoado") requieren conocimientos específicos que los hombres y mujeres de la zona atesoran y transmiten secularmente de padres a hijos.

La alimentación de los capones, basada en cereales, en los que el maíz tiene un papel destacado, también incide en las características de la carne y en el color amarillento de la canal. La fase final de cebo en recintos de dimensiones reducidas -para el cual se suelen utilizar jaulas denominadas “capoeiras”- y utilizando una alimentación específica en la que se complementa la alimentación base de la fase anterior con el "amoado" -elaborado según la técnica local con maíz triturado mezclado con patatas cocidas y/o castañas cocidas-, es una muestra más del saber hacer particular de los productores y productoras de la zona, que influye directamente en las características del producto.


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Fernando Méndez Rivas

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